De Oscar Portela
Um dia cedo, subitamente floresci com a luz
esse dia a luz nasceu e se fez carne, se fez voz,
se fez marca e amanheceu sonâmbula adormecida
Entre meus braços como abelha sem mãe.
Mais tarde despertei-me com ela e descobri
em meu abraço seus terríveis abismos; fui seu esposo,
seu escravo, seu mutilado mártir, e nos naufrágios
reinava como a voz do medo e a sombra
acudia ao seu encontro, com a cruz invertida
dos vastos naufrágios e os pedaços que a noite
pôs em seu casto corpo de donzela indomável.
Foi a luz primogênita do dia primeiro de graça
doado ao desterrado príncipe sem coroas nem mirtos,
-a rapsódia voraz que canta agora os crepúsculos
e o reino não conquistado da luz vulnerada,
-destroçado pelos litigios do dia e da noite - ,
Açoitado pelas chagas da melancolia e da
quadratura do sol do meio-dia, que escalda,
ulcera, e exilia o sal e amargo fel da melancolia,
e o abismo daquela luz tornando-se toda ocre.
Assim, me perdi tristemente no abismo da razão,
nas brancas salinas e os desertos paramos
do que não tem pátria, nem boca para denominar
cinzas de palabras, sinais de mortes inomeáveis
de aquella virgen del Estío primero, entre palmas
daquela vírgem do Estio primeiro, entre palmas
e abras solitárias, aonde se filtram os fragmentos,
entre rastros de sangue e presságios – ainda presságios -,
de mensagens de juventude que recordam
o dia em que chamei à luz, - degradada agora,
esfarrapada, arrependida de seus delírios e os meus-,
buscando o nome único, o exato compasso
E a suavidade exata de uma vasta promessa.
Pobre menina, pobre pátria expatriada,
pobre desejo indefeso entre cruzes e chagas-,
quando já ninguém busca ser Deus, acariciado
pelo vento do Éter mais azul e mais claro:
logo se afasta pensativa, dócil quiçá, entregue
ao escárnio dos dias que passam,
e murchas flores por coroa -, ao redor
de túmulos se ajoelha ligeira, para em silêncio
buscar novamente na memória o dia em que chamei à sua porta e veio a mim sem perguntar por quê.
do livro "Claroscuro"
Corrientes- Argentina- 2003
Um comentário:
BODAS CON LA LUZ
Oscar Portela
Un día temprano, súbitamente florecí con la luz
ese día la luz nació y se hizo carne, se hizo voz,
se hizo huella y amaneció noctámbula dormida
entre mis brazos como abeja sin madre.
Más tarde me desperté con ella y descubrí
en mi abrazo sus terribles abismos: fui su esposo,
su esclavo, su mutilado mártir, y en los naufragios
reinaba como la voz del miedo y la sombra
acudía a su encuentro, con la cruz invertida
de los vastos naufragios y las esquirlas que la noche
puso en su casto cuerpo de doncella indomable.
Fue la luz primigenia del día primero de gracia
donado al desterrado príncipe sin corona ni mirtos,
-el rapsoda voraz que canta ahora los crepúsculos
y el reino no conquistado de la luz vulnerada,
- destrozado por los litigios del día y de la noche-,
azotado por las llagas de la melancolía y de la
cuadratura del sol del mediodía, que escande,
llaga, y exilia a sal y amarga hiel de la melancolía,
y el abismo de aquella luz tornándose toda ocre.
Así, me perdí tristemente en el abismo de la razón,
en las blancas salinas y los desiertos paramos
del que no tiene patria, ni boca para nombrar
cenizas de palabras, señales de muertes innombrables
de aquella virgen del Estío primero, entre palmas
y abras solitarias, donde se filtran los fragmentos,
entre huellas de sangre y presagios- aún presagios-,
de mensajes de abriles que recuerdan
el día en que llamé a la luz, -encanallada ahora,
harapienta, arrepentida de sus delirios y los míos-,
buscando el nombre único, el exacto compás
y la tibieza exacta de una larga promesa.
Pobre niña, pobre patria expatriada,
pobre deseo inerme entre cruces y llagas-,
cuando ya nadie busca ser Dios, acariciado
por el viento del Éter más azul y más claro:
luego se aleja pensativa, dócil quizá, entregada
al escarnio de los días que pasan,
y marchitadas flores por corona-, alrededor
de túmulos se arrodilla ligera, para en silencio
buscar al vástago del día en que llamé a su puerta
y vino a mi sin preguntar por qué.
Corrientes - Argentina - 2003
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