Perdido el fuego del aliento que los Dioses
Depositaran en lo profundo de mi boca
¿Adonde huir, ah decidme vosotros:
Hacia que calmos lagos donde duermen
las algas, oh vasto mundo y
abandonar mis sueños y deseos
volados hacia el invierno más letal
donde sucumbe el alma de las forma?
Gotas de sangre caen de mis ojos.
Adiós. ¿Quién habla ahora y en nombre
de que loa aún a la tierra?
Vasto mundo, vasto mundo: alguna vez
amé su cuerpo y mis voces hablaron
por su ebria alegría y mi años florecieron
repentinos como el relámpago
en sus manos transformadas en fuentes:
Una flor de lapacho perforaba mis ojos.
Restancias del deseo. Si me llamara Raimundo
vasto mundo sería apenas una rima
y no una solución.
Adiós palomares silvestres.
Todo lo noble se ha esfumado del mundo
ahora que los Dioses abandonaron
al amigo del solar y la endecha.
¿Adonde ir decidme ya vosotros
apresuradamente: no se quien soy
y la sordera hace presa de mí:
Adiós memorias. Las nauseas me devoran.
Cumplidas que fueran las tareas
encomendadas a mi ambiguo destino
me despido ahora atentamente
de vosotros:
Oscar Portela
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