domingo, março 11, 2007

ÂNGULOS

de Oscar Portela

A Alfredo Mariano García

Depois da faina esgotante,
a fadiga, o cansaço, a angustiante solidão
sentindo-se a si própria na cruz,
- os ângulos iguais, o vazio que enche o centro do
nada – e a imagem de um rosto
que não se vê. Atrás ficam as sestas.
Ardor insuportável de ser e saber-se vencido
pela implacável sede. Ao longe ficam imagens
suspensas em códigos e misteriosos
vínculos de azul, e o azar,
o sal e as rapinas de corpos devorando-se
Na magnificência de uma noite absoluta.
Também as tivestes? Depois das jornadas
de dor, o porque e as asas que voltam
ou em círculos vigiam sobre um dolente coração.
O que fala, o que escreve para calar,
muda para pensar sustentando-se
no abismo de um enigma, florescido como uma
boca pura em minha virilha, é apenas um morto,
um virginal desejo que adormeceu a teus pés.
Depois da fadiga, a solidão dizendo a si
mesma, re-enviando-se dúvidas, atas de nascimento,
diários de viagem, atormentados pêsames e
uma pomba com a asa quebrada. Cerimônias do
que resta do dia, desoladoras imagens, risos
no vazio e a morte furtiva atrás do medroso
olfato da razão, inquirindo as formas e os
perfumes de tua pele, sonhando, atormentando-se
em defumadores, que buscam um sepulcro aonde permanecer
em sombras e em vacilantes ecos. Apenas um Deus
pode nos salvar agora. Nem nos celestes coros
nem nos cegos abismos, alguém guarda respostas
para ti. Depois daquilo que resta do dia, da espera
doída, seria suficiente, piedosamente desaparecer
das memórias, os espelhos, os nomes e clamores
que abrem e dão consolo ao tempo. Não uma viagem a mais,
não uma jornada, senão a ardente véspera do adeus
até a noite austera onde teus belos olhos
jazem velando-se no vazio do vazio.

Um comentário:

Vera Laporta disse...

ÁNGULOS

Original en castellano de
Oscar Portela

A Alfredo Mariano García

Después de la faena agotadora,
la fatiga, el cansancio, la abrumadora soledad
sintiéndose a sí misma en la cruz,
-los ángulos iguales, el vacío que llena el centro de la
nada- y la imagen de un rostro
que no se ve. Atrás quedan las siestas.
Ardor insoportable de ser y saberse vencido
por la implacable sed. Lejos quedan imágenes
sostenidas en claves y misteriosos
vínculos de azul, y el azar,
la sal y las rapiñas de cuerpos devorándose
en la magnificencia de una noche absoluta.
¿También las hubo? Después de las jornadas
de dolor, el porqué y las alas que vuelven
o en círculos vigilan sobre un dolido corazón.
El que habla, el que escribe para callar,
muda para pensarse sosteniéndose
en el abismo de un enigma, florecido como una
boca pura en mi ingle, es sólo un muerto,
un virginal deseo que se durmió a tus pies.
Después de la fatiga, la soledad diciéndose a sí
misma, reenviándose dudas, actas de nacimiento,
diarios de viaje, atormentados pésames y
una paloma con el ala quebrada. Ceremonias de lo
que resta del día, desoladoras imágenes, risas
en el vacío y la muerte furtiva tras el medroso
olfato de la razón, inquiriendo las formas y los
perfumes de tu piel, soñándose, atormentándose
en sahumerios, que buscan un sepulcro donde durar
en sombras y en vacilantes ecos. Sólo un Dios
pode salvarnos ya. Ni en los celestes coros
ni en los ciegos abismos, alguien guarda respuestas
para ti. Después de lo que resta del día, de la espera
dolida, sería suficiente, piadosamente desaparecer
de las memorias, los espejos, los nombres y clamores
que abren y dan consuelo al tiempo. No un viaje más,
no una jornada, sino la ardiente víspera de adiós
hacia la noche austera donde tus bellos ojos
yacen velándose en el vacío del vacío.